20 de octubre de 2020

Era la semana 37 y de pronto empecé a sentir las primeras contracciones, eran suaves y espaciadas pero claramente algo se estaba moviendo dentro de mi.

Hablé con Carmen y Cristina (nuestras mujeres del equipo de parto), y parecía que todo indicaba que el parto había comenzado, así que nos pusimos a esperar, pero no fue así…
Día tras día, casi hasta la semana 40 sentía contracciones, con la ilusión de que ya llegaba el momento y la posterior desilusión al no darse. Durante este tiempo, fui imaginando como sería el parto, cómo sería Jon, cómo me sentiría después, si el equipo llegaría a tiempo… miles de dudas que a veces me desanimaban y otras me daban mucha fuerza.

Llegó la semana 40, el día de mi cumpleaños, durante la comida estuve 30 minutos con unas contracciones intensas, que me llevaron de nuevo a pensar que ya venías, pero no… también pasó.

Cinco días más corrieron en el calendario para ver tu carita.

Eran las cinco de la madrugada del 20 de Octubre, me desperté al sentir molestias en la zona de los ovarios, y algo dentro de mí me decía «hoy si», así que me levanté y caminé por la casa con una luz muy tenue, dejando que sucediera, y disfrutando de cada contracción.
Desayuné tranquila, mirando la oscuridad de la noche por la ventana, y la calma que hay antes del amanecer.
Sobre las 6, Íñigo se levantó a trabajar, y le dije que estaba sintiendo contracciones pero que aún era pronto, y que iba a seguir concentrada y tranquila, que él trabajase.

A las 7 todo continuaba y llame a Cristina, decidimos esperar a que amaneciera para ver si proseguía el parto. Y sí esta vez sí, a las 8 cuando mi hija se despertó, las contradicciones ya eran regulares y subiendo de intensidad. Así que el equipo se puso en marcha.

Decidimos hacer el día con normalidad, y nuestra hija se fue al colegio. No avisamos a nadie más, para poder estar profundamente presentes en el proceso, y por si finalmente era una falsa alarma.

Aunque aquello no paraba, me sentí muy tranquila y segura, respiraba el dolor, y éste desaparecía, a medida que era mayor, utilicé la bañera calentita y me asombraba ver como se convertía en un balón duro durísimo, en cada ola uterina.
Me acompaño la música de yoga prenatal, y mi gran compañero, que estaba atento a todo, darme agua, zumo, hablar con el equipo, masajear mi sacro, echarme agua caliente.

Y así íbamos acompañando a Jon a la vida, yo concentrada muy concentrada, e Iñigo atento a todo, disponible para facilitarme estar hacia dentro.

Sobre las 12 llegaron Carmen y Cristina, noté que Íñigo respiro tranquilo, y me dijo «ven ven, asómate ya han llegado». La tensión de mi interior se soltó también.

Seguí sintiendo las olas, cada vez mas potentes, cada vez más abajo, yo sentía que Jon estaba cerca, aunque dudar, siempre dudas.

Le habíamos estado escuchando el latido y todo estaba en orden, al llegar Cristina lo confirmó. Y oí las palabras mágicas «está muy cerca, muy cerca».

El dolor ya era muy intenso, y al entrar en la piscina con el agua caliente sentí tanto alivio y placer que rompí la bolsa y volví a oír bendiciones «estas de dilatación completa»…. guauuu pensé, ahora sí, ya estamos!!!!

Miré a Íñigo que no se había separado de mi un momento, y le dije que avisara a mi madre, aquello era de verdad, no había dudas. Iba a nacer de un momento a otro.

Cristina y Carmen, se movían en silencio, acompañando sin molestar, sin hablar, sincronizadas al momento, y respetando los tiempos, sin prisa…

Comenzó el expulsivo, y fue intenso muy intenso, todo lo que no había gritado antes, lo grité durante esa hora!

Malditas expectativas, recordaba el expulsivo de Vega, rápido y sencillo… pues éste no fue exactamente así…
Los pujos iban bien, noté el aro de fuego, y unos pujos después, tenía tantas ganas de que saliera tu cabeza que empuje empuje empuje tanto que Cristina tuvo q decirme «sopla linda, sopla» para esperar a la siguiente contracción.

Yo en ese momento pensé que me estaba abriendo y rompiendo en dos.
Justo a la siguiente contracción, salió tu cabeza, que alivio!!!! que sensación!!! que calor!!!!!

Aún nos quedaba un poquito para que rotases y tu cuerpo saliese, ya estaba impaciente, cansada, salvaje, quería que salieras!!!!! y saliste, naciste, viniste a la vida!

La primera vez que te vi, eras rosita, y tenias poco tono, Cristina te frotó, y yo te hablaba y todos te hablábamos, te damos la bienvenida y te oímos llorar, una gran expansión de tus pulmones, y lloramos de alegría.

Estuvimos juntos, piel con piel, aun en el agua, tu pequeño cuerpo sobre el mío, tan grande y poderoso, tú tan sabio y confiado.

Seguimos allí, llenos de amor, oxitocina
y entusiasmo, y así nació la placenta, fácil, ligera, libre!

Después quise salir rápidamente de la piscina, y me mareé, estuve un ratito tumbada mientras tú, sentías el latido de tu aita, sobre su pecho, junto a su piel.

Cuando me sentí mejor, comenzamos a ponerte a mi pecho, y fue fácil, cómo si estuviéramos acompasados en este baile perfecto.

Llamamos a tu hermana para que te conociera, y se sorprendió, eras real, estabas aquí, y ya todo había cambiado.
Felices y agotados nos fuimos a dormir, y comenzamos la aventura de esta nueva familia, a tu lado.

Mónica.

Castro Urdiales, 8 Diciembre de 2020.